martes, 24 de septiembre de 2013

Mala suerte

¿Creen en la mala suerte? Yo nunca me decido en mi respuesta, hay veces en que me siento con muy buena suerte y algo de repente arruina todo, en otras ocasiones encuentro una luz al final de un mal camino, por eso no creo en la mala suerte completamente, tampoco en la buena.

Pero ahora siento que la mala suerte me persiguió mucho este año.

Terminé 2012 en la sala de urgencias por una gripa muy fastidiosa, el 30 de diciembre, ya que era fin de semana (y de año) y no había consultas. Tenía una infección muy fea en la garganta y este fin de año tuve que brindar con refresco de manzana en lugar de sidra.

El 14 de febrero terminé nuevamente en urgencias gracias a un dolor abdominal inexplicable que me tuvo 7 horas ahí, pero cuando por fin me atendieron no encontraron la causa de mi dolor. Eso sí, salí con dos inyecciones.

Poco tiempo después, en marzo, fui a un gastroenterólogo, sólo para que tampoco supiera a qué se debía mi dolor, pero me quitó todos los alimentos habidos y por haber: lácteos, harinas, granos, irritantes, grasas, chayote, calabaza, sandía, melón y piña. Me deprimió su dieta y terminé rompiéndola apenas me fui de vacaciones de semana santa. Los camarones parecieron aliviarme momentáneamente.

El problema dolor-inexplicable persistía, pero ni mi médico familiar supo qué era, me dio un medicamento específico para mi problema pero no solucionó nada. Hasta que encontré a una ginecóloga que supo que mis males son hormonales y me ayudó en algunos aspectos.

En mayo tuve el accidente que ya había narrado, pero por suerte mi quiropráctico supo arreglarlo y mi cuello quedó listo y sano. Pero eso no evitó que pasara algunos días en cama.

En junio tuve síntomas de infección que atribuí al exceso de calor, sin dolor de garganta, sólo dolor de cuerpo. Así que tuve que ir a urgencias nuevamente porque me sentía mal pero no me sentía mal. Pero volví a urgencias a los dos días porque me llené de ronchitas desde la cabeza hasta las piernas. El doctor me diagnosticó una alergia al medicamento y me metieron hidrocortisona, estuve media hora con una aguja clavada en mi manita. Al día siguiente no se fueron los síntomas, empeoraron. Platiqué con un amigo anestesiólogo, le envié fotos y lo primero que me dijo "tienes varicela". El médico familiar confirmó lo dicho y obtuve dos semanas de vacaciones pegada a la cama y durmiendo 20 horas al día.

Acabando la varicela, tuve una infección de vías urinarias y dolor insoportable de riñones. Lo atribuí a 21 pastillas diarias que tomé durante la varicela. Terminé en agosto en un nefrólogo que resultó ser el indicado. El dolor que había experimentado desde febrero era una piedrita que fácilmente se fue con medicamento una vez diagnosticada. Ése fue el fin de mi dolor.

También he visto una endocrinóloga que cambió mi medicamento para la tiroides por uno mejor. Ahora sólo veo una nutrióloga para mejorar mi alimentación y bajar mi peso. De hecho llevo una dieta en la que como muchas veces al día y se adapta a mi estilo de vida (desastroso estilo de vida).

La faena de visitas a urgencias, médicos especialistas distintos y muchos estudios creo que ha terminado. Ahora creo que mi accidente fue una ayuda porque llegué a un hospital lleno de consultorios de especialistas que sí saben lo que hacen. Puntuación: IMSS:0 Intermédica:1

Tenshi